sábado, octubre 29, 2005

La destrucción de civilizaciones.

La destrucción de civilizaciones
Por Chalmers Johnson


En los meses antes de que ordenara la invasión de Irak, George Bush y sus altos funcionarios hablaron de preservar el “patrimonio” de Irak para el pueblo iraquí. En tiempos en los que hablar del petróleo iraquí era tabú, lo que Bush quería decir al hablar de patrimonio era exactamente eso – el petróleo iraquí. En su “pronunciamiento conjunto sobre el futuro de Irak” del 8 de abril de 2003, George Bush y Tony Blair declararon: “Reafirmamos nuestro compromiso de proteger los recursos naturales de Irak, como patrimonio del pueblo de Irak, que debería ser utilizado sólo para su beneficio”. (1) En esto cumplieron con su palabra. Entre los pocos sitios que los soldados estadounidenses realmente protegieron durante y después de su invasión estuvieron los campos petrolíferos y el Ministerio de Petróleo en Bagdad. Pero con el verdadero patrimonio iraquí, esa herencia milenaria de la humanidad, fue algo diferente. Al mismo tiempo que los eruditos estadounidenses advertían de un futuro “choque de civilizaciones”, nuestras fuerzas de ocupación permitían que lo que es tal vez el mayor de los patrimonios humanos fuera saqueado y destrozado.Han habido muchas imágenes deprimentes en la televisión desde que George Bush lanzara su malhadada guerra contra Irak – las fotos de Abu Ghraib, Faluya arrasada, soldados estadounidenses destruyendo a puntapiés las puertas de casas particulares y apuntando con rifles de asalto a mujeres y niños. Pero pocas han reverberado históricamente como el saqueo del museo de Bagdad – o han sido olvidadas más rápidamente en este país.Enseñando a los iraquíes la desprolijidad de la historia.En círculos arqueológicos, Irak es conocido como “la cuna de la civilización”, con un historial cultural que se originó hace más de 7.000 años. William R. Polk, fundador del Centro de Estudios Sobre el Oriente Medio de la Universidad de Chicago, dice: “Fue allí, en lo que los griegos llamaban Mesopotamia, donde comenzó la vida tal como la conocemos actualmente: allí la gente comenzó por primera vez a especular sobre filosofía y religión, desarrolló conceptos de comercio internacional, convirtió ideas de belleza en formas tangibles y, sobre todo, desarrolló el arte de la escritura”. (2) No se asocia ningún otro sitio en la Biblia, con la excepción de Israel, con más historia y profecía que Babilonia, Shinar (Sumeria), y Mesopotamia – diferentes nombres para el territorio que los británicos comenzaron a llamar “Irak” cerca de la época de la Primera Guerra Mundial, utilizando el antiguo término árabe para las tierras del antiguo enclave turco de Mesopotamia (en griego: entre los ríos [Tigris y Éufrates]). (3) La mayor parte de los primeros libros del Génesis están localizados en Irak (ver, por ejemplo: Génesis 10:10, 11:31; también Daniel 1-4; Libro de los Reyes II, 24).Las civilizaciones mejor conocidas que componen el patrimonio cultural de Irak son las de los sumerios, acadios, babilonios, asirios, caldeos, persas, griegos, romanos, partos, sasanidas y musulmanes. El 10 de abril de 2003, en un discurso por televisión, el presidente Bush reconoció que el pueblo iraquí es “heredero de una gran civilización que aporta a toda la humanidad”. (4) Sólo dos días después, bajo los ojos complacientes del Ejército de EE.UU., los iraquíes comenzaron a perder ese patrimonio en un torbellino de saqueos e incendios.En septiembre de 2004, en uno de los pocos informes autocríticos que salieron del Departamento de Defensa de Donald Rumsfeld, el Grupo de Trabajo del Consejo Científico de la Defensa sobre Comunicación Estratégica escribió: “los objetivos más amplios de la estrategia de EE.UU. dependen de la separación de la vasta mayoría de los musulmanes no-violentos de los yihadistas-islamistas radicales-militantes. Pero los esfuerzos estadounidenses no sólo han fracasado en este sentido: también han logrado lo contrario de lo que se proponían”. (5) En ninguna parte este fracaso fue más evidente que en la indiferencia – incluso el regocijo – mostrado por Rumsfeld y sus generales ante el saqueo del 11 y del 12 de abril de 2003 del Museo Nacional de Bagdad y el incendio del 14 de abril de 2003 de la Biblioteca y de los Archivos Nacionales, así como de la Biblioteca de Coranes en el Ministerio de Bienes Religiosos. Estos eventos, fueron, según Paul Zimansky, arqueólogo de la Universidad de Boston, “el mayor desastre cultural de los últimos 500 años”. Eleanor Robson, de All Souls College, Oxford, dijo: “Hay que retroceder siglos, a la invasión de Bagdad por los mongoles en 1258, para hallar saqueos de esta dimensión”. (6) Pero el secretario Rumsfeld comparó el saqueo con las secuelas de un partido de fútbol y lo descartó con el comentario de que “La libertad es desprolija… La gente libre posee la libertad para equivocarse y cometer crímenes”. (7)El museo arqueológico de Bagdad ha sido considerado durante mucho tiempo como, probablemente, la más rica institución de su tipo en Medio Oriente. Es difícil decir con precisión todo lo que se perdió allí durante esos días catastróficos de abril en 2003, porque los catálogos puestos al día de sus pertenencias, muchas de ellas jamás descritas en revistas arqueológicas, también fueron destruidos por los saqueadores o estaban incompletos por las condiciones imperantes en Bagdad después de la Guerra del Golfo de 1991. Uno de los mejores archivos, aunque parcial, de sus pertenencias, es el catálogo de artículos que el museo prestó en 1988 a una exposición realizada en la antigua capital de Japón, Nara, intitulada Civilizaciones de la Ruta de la Seda. Pero, como dijera un funcionario del museo a John Burns de New York Times después del saqueo: “Todo desapareció, todo desapareció. Todo desapareció en dos días”. (8)Un libro singular, indispensable, hermosamente ilustrado, publicado por Milbry Park y Angela M.H. Schuster, The Looting of the Iraq Museum, Baghdad: The Lost Legacy of Ancient Mesopotamia (New York: Harry N. Abrams, 2005), representa el desconsolador intento de más de una docena de especialistas en arqueología del antiguo Irak de especificar lo que había en el museo antes de la catástrofe, dónde habían sido excavados los objetos, y la condición de los pocos miles de artículos que han sido recuperados. Los editores y autores han dedicado una parte de los beneficios del libro al Consejo Estatal de Antigüedades y Patrimonio de Irak.En una conferencia sobre criminalidad con obras de arte realizada en Londres un año después del desastre, John Curtis, del Museo Británico, informó que por lo menos la mitad de los objetos robados no habían sido recuperados y que de unos 15.000 objetos saqueados de las vitrinas y almacenes del museo, más de 8.000, aún no han sido ubicados. Toda su colección de 5.800 sellos de cilindro y tablillas con escritura cuneiforme y otras inscripciones, algunas provenientes de los primeros descubrimientos de la propia escritura, fue robada. (9) Desde entonces, como resultado de una amnistía para los saqueadores, unos 4.000 objetos han sido recuperados en Irak, y más de mil han sido confiscados en Estados Unidos. (10). Curtis señaló que controles al azar de soldados occidentales que partían de Irak han llevado a la identificación de varios que poseían ilegalmente objetos antiguos. Agentes de aduana en EE.UU. descubrieron otros. Funcionarios en Jordania incautaron unas 2.000 piezas contrabandeadas de Irak; en Francia, 500 piezas; en Italia, 300; en Siria, 300; y en Suiza, 250. Cantidades inferiores fueron confiscadas en Kuwait, Arabia Saudí, Irán, y Turquía. Ninguno de estos objetos ha sido devuelto hasta ahora a Bagdad.Las 616 piezas que forman la famosa colección de el “oro de Nimrud”, excavada por los iraquíes a fines de los años ochenta de las tumbas de las reinas asirias en Nimrud, a unos pocos kilómetros al sudeste de Mosul, fueron salvadas, pero sólo porque el museo las había llevado en secreto a las bóvedas subterráneas del Banco Central de Irak durante la primera Guerra del Golfo. Cuando los estadounidenses finalmente protegieron el banco en 2003, su edificio era una armazón calcinada llena de vigas retorcidas de metal por el colapso del techo y de los nueve pisos que se encontraban debajo. Sin embargo, los compartimientos subterráneos y sus contenidos sobrevivieron sin daño. El 3 de julio de 2003, una pequeña parte de la colección Nimrud fue expuesta durante unas pocas horas, permitiendo que un puñado de funcionarios iraquíes la viera por primera vez desde 1990. (11)La quema de libros y manuscritos en la Biblioteca de Coranes y en la Biblioteca Nacional fue en sí un desastre histórico de primera magnitud. La mayoría de los documentos imperiales otomanos y los antiguos archivos reales sobre la creación de Irak fueron reducidos a cenizas. Según Humberto Márquez, escritor venezolano y autor de “Historia Universal de La Destrucción de Los Libros” (2004), cerca de un millón de libros y diez millones de documentos fueron destruidos por los incendios del 14 de abril de 2003. (12). Robert Fisk, el veterano corresponsal en Medio Oriente del Independent de Londres, estuvo en Bagdad el día de los incendios. Corrió a las oficinas de la Oficina de Asuntos Civiles de los Marines de EE.UU. y dio al oficial a cargo la ubicación exacta en el mapa de los dos archivos y sus nombres en árabe y en inglés, y señaló que se podía ver el humo a 5 kilómetros de distancia. El oficial gritó a uno de sus colegas: “Este tipo dice que hay alguna biblioteca bíblica que se quema”, pero los estadounidenses no hicieron nada por extinguir las llamas. (13)El Burger King de UrEn vista del valor en el mercado negro de objetos de arte antiguo, los dirigentes militares de EE.UU. habían recibido la advertencia de que el saqueo de los trece museos nacionales de todo el país sería un peligro particularmente grave en los días después de la captura de Bagdad y de su toma de control de Irak. En el caos que siguió a la Guerra del Golfo de 1991, vándalos habían robado unos 4.000 objetos de nueve museos regionales diferentes. En términos monetarios, el comercio ilegal en antigüedades es la tercera forma más lucrativa de comercio internacional, superada en el ámbito global sólo por el contrabando de drogas y las ventas de armas. (14) Considerando la riqueza del pasado de Irak, también existen más de 10.000 sitios arqueológicos importantes esparcidos por el país, de los cuales sólo 1.500 han sido estudiados. Después de la Guerra del Golfo, varios fueron excavados ilegalmente y sus objetos vendidos a coleccionistas internacionales inescrupulosos en los países occidentales y Japón. Todo esto era conocido por los comandantes estadounidenses.En enero de 2003, antes de la invasión de Irak, una delegación estadounidense de eruditos, directores de museos, coleccionistas de arte y comerciantes en antigüedades se reunieron con funcionarios del Pentágono para discutir la próxima invasión. Advirtieron específicamente que el Museo Nacional de Bagdad era el sitio más importante del país. McGuire Gibson, del Instituto Oriental de la Universidad de Chicago, dijo: “Pensé que me habían garantizado que los sitios y museos serían protegidos” (15). Gibson volvió dos veces al Pentágono para discutir los peligros, y él y sus colegas enviaron varios correos electrónicos recordatorios a oficiales militares en las semanas antes de que comenzara la guerra. Sin embargo, el Guardian de Londres del 14 de abril de 2003 informó sobre un anticipo de lo más siniestro que quedaba por venir: ricos coleccionistas estadounidenses con conexiones con la Casa Blanca se ocuparon de “persuadir al Pentágono para que relajara la legislación que protege el patrimonio de Irak, que impide su venta en el extranjero”. El 24 de enero de 2003, unos sesenta coleccionistas y comerciantes basados en Nueva York se organizaron en un nuevo grupo llamado Consejo Estadounidense por la Política Cultural, y se reunieron con funcionarios de la administración Bush y del Pentágono para argumentar que un Irak post-Sadam debería tener leyes flexibles sobre las antigüedades. (16). Sugirieron que la apertura del comercio privado en artefactos iraquíes ofrecería a esos artículos una mejor seguridad que la que recibirían en Irak.La principal salvaguardia legal internacional para instituciones y sitios importantes desde el punto de vista histórico y humanista es la Convención de La Haya para la Protección de la Propiedad Cultural en Caso de Conflictos Armados, firmada el 14 de mayo de 1954. EE.UU. no participa en esa convención, sobre todo porque durante la Guerra Fría temía que el tratado pudiera restringir su libertad de lanzarse a una guerra nuclear; pero durante la Guerra del Golfo de 1991,m la administración de Bush padre aceptó las reglas de la convención y cumplió con una “lista de objetivos no atacables” de sitios en los que se sabía que existían ítems de valor cultural. (17) La UNESCO y otros protectores de objetos culturales esperaban que la administración de Bush hijo seguiría los mismos procedimientos en la guerra de 2003.Además, el 26 de marzo de 2003 la Oficina de Reconstrucción y Ayuda Humanitaria (ORHA, por sus siglas en inglés) del Pentágono, dirigida por el teniente general en retiro Jay Garner – la autoridad civil que EE.UU. había establecido para el momento en que cesaran las hostilidades – envió a todos los altos comandantes de EE.UU. una lista de dieciséis instituciones que “merecen protección lo más pronto posible para impedir más daño, destrucción, y / o robo de catálogos y bienes”. El memorando de cinco páginas, enviado dos semanas antes de la caída de Bagdad, decía también: “Las fuerzas de la coalición deben asegurar esas instalaciones a fin de impedir saqueos y la resultante pérdida irreparable de tesoros culturales”, y que “los saqueadores deben ser arrestados / detenidos”. El primero en la lista de sitios a proteger del general Garner era el Banco Central de Irak, que ahora es una ruina; el segundo era el Museo de Antigüedades. En el sitio dieciséis figuraba el Ministerio de Petróleo, el único sitio que las fuerzas de EE.UU. que ocuparon Bagdad defendieron realmente. Martin Sullivan, presidente del Comité Asesor sobre Propiedad Cultural del presidente durante los ocho años anteriores, y Gary Vikan, director del Museo de Arte Walters de Baltimore y miembro del Comité, renunciaron ambos para protestar contra el hecho de que CENTCOM no obedeciera las órdenes. Sullivan dijo que era “imperdonable” que el museo no haya tenido la misma prioridad que el Ministerio de Petróleo. (18)Como ahora sabemos, las fuerzas estadounidenses no hicieron ningún esfuerzo por impedir el saqueo de las grandes instituciones culturales de Irak: sus soldados simplemente contemplaban a los vándalos que entraban e incendiaban los edificios. Said Arjomand, editor de la revista Studies on Persianate Societies y profesor de sociología en la Universidad del Estado de Nueva York en Stony Brook, escribió: “Nuestras tropas, que han estado protegiendo orgullosamente el Ministerio de Petróleo, donde no hay un solo cristal roto, toleraron deliberadamente estos horrendos eventos”. (19) Los comandantes estadounidenses afirman que, al contrario, estaban demasiado ocupados combatiendo y carecían de suficientes soldados para proteger el museo y las bibliotecas. Sin embargo, parece ser una explicación inverosímil. Durante la batalla de Bagdad, los militares de EE.UU. estuvieron perfectamente dispuestos a despachar unos 2.000 soldados para proteger los campos petrolíferos del norte de Irak, y sus actitudes respecto a las antigüedades no mejoraron después de que los combates disminuyeron. En la ciudad sumeria de Ur, de 6.000 años de antigüedad, con su masivo, zigurat, o torre escalonada del templo (construida en el período entre 2112 y 2095 aC y restaurada por Nabucodonosor II en el siglo VI aC), los marines pintaron graffítis con su consigna: “Semper Fi” (semper fidelis, siempre fieles) sobre los muros (20). Los militares convirtieron entonces el monumento en zona prohibida para todos a fin de ocultar la profanación que había tenido lugar, incluyendo el saqueo por soldados de EE.UU. de ladrillos de arcilla utilizados en la construcción de los antiguos edificios.Hasta abril de 2003, el área alrededor de Ur, cerca de Nasiriyah, estaba aislada y era sacrosanta. Sin embargo, los militares eligieron el terreno inmediatamente adyacente al zigurat para construir su inmensa Base Aérea Tallil, con dos pistas de aterrizaje de 4.000 y 3.200 metros de largo respectivamente, y cuatro campos auxiliares. Al hacerlo, los ingenieros militares movieron más de 9.500 cargas de camiones de tierra a fin de construir 32.500 metros cuadrados de hangares y otras instalaciones para aviones y artefactos teledirigidos Predator. Arruinaron completamente el área, el corazón literal de la civilización humana, para cualquier investigación arqueológica o turismo futuros. El 24 de octubre de 2003, según la Organización Global de Seguridad, el Ejército y la Fuerza Aérea construyeron su propio zigurat moderno: “Abrieron su segundo Burger King en Tallil. La nueva instalación co-ubicada con (un) … Pizza Hut, asegura que haya otro restaurante Burger King para que más soldados de ambos sexos que sirven en Irak puedan, aunque sea por un momento, olvidar sus tareas en el desierto y obtener un hálito de ese perfume familiar que los devuelve a casa”. (21)El gran arqueólogo británico Sir Max Mallowan (esposo de Agatha Christie), que fue pionero de las excavaciones en Ur, Nineveh y Nimrud, cita algunos consejos clásicos que podrían haber llevado a los estadounidenses a algo más de prudencia: “Era peligroso perturbar los monumentos antiguos… Era sabio e históricamente importante mostrar reverencia hacia los legados de tiempos antiguos. Ur era una ciudad infestada por los fantasmas del pasado y era prudente apaciguarlos”. (22)El comportamiento estadounidense en otros sitios de Irak no fue mejor. En Babilonia, las fuerzas estadounidenses y polacas construyeron un depósito militar, a pesar de las objeciones de los arqueólogos. John Curtis, la autoridad del Museo Británico sobre los numerosos sitios arqueológicos de Irak , informó sobre una visita en diciembre de 2004 en la que vio “grietas y brechas donde alguien había tratado de escoplear los ladrillos decorados que formaban los famosos dragones de la Puerta Ishtar” y un “pavimento de 2.600 años de antigüedad apisonado por vehículos militares”. (23) Otros observadores dicen que el polvo levantado por los helicópteros de EE.UU. había erosionado la frágil fachada de ladrillos del palacio de Nabudonosor II, rey de Babilonia de 605 a 562 aC (24) El arqueólogo Zainab Bahrani informa: “Entre mayo y agosto de 2004, el muro del Templo de Nabu y el techo del Templo de Ninmah, ambos del siglo VI aC, se derrumbaron como resultado del movimiento de helicópteros. Cerca de allí, máquinas y vehículos pesados están aparcados sobre los restos de un teatro griego de la era de Alejandro de Macedonia (Alejandro Magno)”. (25)Y ninguno de estos eventos comienza siquiera a tratar del masivo, continuo, saqueo de los sitios históricos en todo Irak por ladrones por cuenta propia de tumbas y antigüedades, preparándose para decorar las salas de estar de los coleccionistas occidentales. El incesante caos y la falta de seguridad llevados a Irak por nuestra invasión han significado que un futuro Irak pacífico difícilmente tenga un patrimonio para exhibir. No deja de ser un logro de la administración Bush que la cuna del pasado humano haya sido arrojada al mismo tipo de caos y falta de seguridad que sufre el presente iraquí. Si la amnesia es una bendición, la suerte de las antigüedades de Irak representa una especie de paraíso moderno.Los partidarios del presidente Bush han hablado interminablemente de su guerra global contra el terrorismo como de un “choque de civilizaciones”. Pero la civilización que estamos destruyendo en Irak forma parte de nuestro propio patrimonio. También forma parte de la herencia del mundo. Antes de nuestra invasión de Afganistán, condenamos a los talibán por dinamitar las monumentales estatuas budistas del siglo III DC en Bamiyan en marzo de 2001. Eran dos estatuas gigantescas de destacado valor histórico y la barbarie involucrada en su destrucción fue proclamada en grandes titulares y comentarios horrorizados en nuestro país. Hoy en día, nuestro propio gobierno es culpable de crímenes mucho más graves cuando se trata de la destrucción de todo un universo de antigüedad, y pocos aquí, cuando consideran las actitudes iraquíes hacia la ocupación estadounidense, se toman la molestia de considerarlo. Pero lo que no queremos recordar puede ser que quede demasiado bien registrado en la memoria de otros.

NOTAS[1] American Embassy, London, " Visit of President Bush to Northern Ireland, April 7-8, 2003."[2] William R. Polk, "Introduction," Milbry Polk and Angela M. H. Schuster, eds., The Looting of the Iraq Museum: The Lost Legacy of Ancient Mesopotamia (New York: Harry N. Abrams, 2005), p. 5. Also see Suzanne Muchnic, "Spotlight on Iraq's Plundered Past," Los Angeles Times, June 20, 2005.[3] David Fromkin, A Peace to End All Peace: The Fall of the Ottoman Empire and the Creation of the Modern Middle East (New York: Owl Books, 1989, 2001), p. 450.[4] Discurso de George Bush al pueblo iraquí, difundido en "Towards Freedom TV," 10c de abril de 2003.[5] Office of the Under Secretary of Defense for Acquisition, Technology, and Logistics, Report of the Defense Science Board Task Force on Strategic Communication (Washington, D.C.: September 2004), pp. 39-40.[6] Vea Frank Rich, "And Now: 'Operation Iraqi Looting,'" New York Times, April 27, 2003.[7] Robert Scheer, "It's U.S. Policy that's 'Untidy,'" Los Angeles Times, April 15, 2003; reproducido en Books in Flames, Tomdispatch, April 15, 2003.[8] John F. Burns, "Pillagers Strip Iraqi Museum of Its Treasures," New York Times, April 13, 2003; Piotr Michalowski (University of Michigan), The Ransacking of the Baghdad Museum is a Disgrace, History News Network, April 14, 2003.[9] Polk and Schuster, op. cit, pp. 209-210.[10] Mark Wilkinson, Looting of Ancient Sites Threatens Iraqi Heritage, Reuters, June 29, 2005.[11] Polk and Schuster, op. cit., pp. 23, 212-13; Louise Jury, "At Least 8,000 Treasures Looted from Iraq Museum Still Untraced," Independent, May 24, 2005; Stephen Fidler, "'The Looters Knew What They Wanted. It Looks Like Vandalism, but Organized Crime May be Behind It,'" Financial Times, May 23, 2003; Rod Liddle, The Day of the Jackals, Spectator, April 19, 2003.[12] Humberto Márquez, Iraq Invasion the 'Biggest Cultural Disaster Since 1258,' Antiwar.com, February 16, 2005.[13] Robert Fisk, "Library Books, Letters, and Priceless Documents are Set Ablaze in Final Chapter of the Sacking of Baghdad," Independent, April 15, 2003.[14] Polk and Schuster, op. cit., p. 10.[15] Guy Gugliotta, "Pentagon Was Told of Risk to Museums; U.S. Urged to Save Iraq's Historic Artifacts," Washington Post, April 14, 2003; McGuire Gibson, "Cultural Tragedy In Iraq: A Report On the Looting of Museums, Archives, and Sites," International Foundation for Art Research.[16] Rod Little, op. cit..; Oliver Burkeman, Ancient Archive Lost in Baghdad Blaze, Guardian, April 15, 2003.[17] Vea: James A. R. Nafziger, Art Loss in Iraq: Protection of Cultural Heritage in Time of War and Its Aftermath, International Foundation for Art Research.[18] Paul Martin, Ed Vulliamy, and Gaby Hinsliff, U.S. Army was Told to Protect Looted Museum, Observer, April 20, 2003; Frank Rich, op. cit.; Paul Martin, "Troops Were Told to Guard Treasures," Washington Times, April 20, 2003.[19] Said Arjomand, Under the Eyes of U.S. Forces and This Happened?, History News Network, April 14, 2003.[20] Ed Vulliamy, Troops 'Vandalize' Ancient City of Ur, Observer, May 18, 2003; Paul Johnson, Art: A New History (New York: HarperCollins, 2003), pp. 18, 35; Polk and Schuster, op. cit., p. 99, fig. 25.[21] Tallil Air Base, GlobalSecurity.org.[22] Max Mallowan, Mallowan's Memoirs (London: Collins, 1977), p. 61.[23] Rory McCarthy and Maev Kennedy, Babylon Wrecked by War, Guardian, January 15, 2005.[24] Owen Bowcott, Archaeologists Fight to Save Iraqi Sites, Guardian, June 20, 2005.[25] Zainab Bahrani, "The Fall of Babylon," in Polk and Schuster, op. cit., p. 214.

Copyright 2005 Chalmers Johnson

lunes, octubre 03, 2005

La lucha por el futuro de Nueva Orleáns

La lucha por el futuro de Nueva Orleáns
Por Mike Davis
Fuente: Znet.

La catástrofe en la costa del Golfo fue el “desastre natural” más anticipado en la historia de los Estados Unidos, sin embargo, la respuesta del gobierno fue condenada, por consenso universal, como un fracaso. ¿Qué sucedió? El huracán Katrina ocurrió en el cuadragésimo aniversario de la Ley de los Derechos de Votación que significó la culminación del movimiento de los derechos civiles de los años cincuenta y sesenta.Lo anterior es una suerte de medida trágica del grado en el que se ha debilitado la lucha por los derechos civiles. No sólo porque reveló el alcance de la negligencia criminal y el darvinismo social de la administración de Bush sino porque, si se revisa el suceso en detalle, también muestra las profundas contradicciones del poder y la desigualdad que imperan en las ciudades estadounidenses.

Primer punto: Desde hace varias generaciones, es de todos conocida la vulnerabilidad de Nueva Orleáns ante grandes huracanes, lo cual se evidenció aún más después de que estuviera a punto de ser golpeada en 1998 [por el huracán Georges, N. de la T.]. A partir de entonces, se han realizado diversos estudios y análisis por computadora que muestran en detalle que un golpe directo de un huracán de categoría cinco cobraría las vidas de 85,000 a 100,000 personas en Nueva Orleáns. Y no se trata de un estudio aislado sino de series completas que han corroborado estos resultados. Más aún, incluso si el impacto fuese moderado, devastaría zonas enteras de la ciudad.El año pasado, el huracán Iván fue un preludio que provocó la evacuación de la ciudad. Por ende, la muerte de Nueva Orleáns se había pronosticado con un grado de detalle sin precedentes. No obstante saber que la ciudad era el escenario de desastres más importante y que debió ser la prioridad principal del llamado Departamento de Seguridad Nacional, los republicanos –con poca oposición de los demócratas– redujeron los recursos destinados a mejorar los diques de Nueva Orleáns, cuyo propósito es ayudar a proteger la ciudad de las tormentas.Al mismo tiempo, como es fácil adivinar, se desviaron recursos para fortalecer la frontera con México. El resultado es la obscenidad de diques insuficientes y que se hunden en Nueva Orleáns, y una muralla gigantesca triple entre San Diego y Tijuana. No cabe duda que muchos habitantes de la ciudad sureña hubieran deseado tener un muro de las dimensiones del fronterizo.En el momento preciso en el que las advertencias sobre el peligro de la situación fueron unánimes, se recortaron los recursos para paliarla.

Segundo punto: Alrededor de 75 por ciento del sistema de diques en Nueva Orleáns está diseñado para proteger la ciudad de los dos grandes lagos que la rodean. El único dique que cumple con las especificaciones requeridas es el construido a lo largo del río Misisipi. Sin embargo, este sistema de diques, cuya extensión aproximada es de 25 millas, siempre ha mostrado desigualdades obvias. En la sección oriental, la parte olvidada de Nueva Orleáns –que incluye tanto la franja alta como la baja de llamado Ninth Ward, colindante con el Canal Industrial– los diques son más bajos y reciben peor mantenimiento que los encargados de proteger los sectores centrales de la ciudad, donde se concentran los principales atractivos turísticos. Las desigualdades en las propias defensas de la ciudad son reflejo de la influencia política y económica de los distintos vecindarios. Sobra decir que el valor de los terrenos siempre se ha determinado conforme a su ubicación: los de mayor precio son los que se encuentran en las tierras protegidas por diques naturales; en contraste, la clase trabajadora, sobre todo la conformada por negros pobres, vive en los pantanos traseros de Nueva Orleáns.

El tercer punto –difundido por diversas fuentes periodísticas–, es que cada vez que se ha planteado la evacuación de los desamparados sin hogar, los ancianos y los pobres de Nueva Orleáns, se ha ignorado el problema y se cubre bajo un velo de silencio.Existen dos niveles cruciales en la planeación de medidas frente a los desastres: uno manejado por el gobierno federal y el estatal, el otro por el gobierno de la ciudad. En ambos niveles se ignoró el asunto, no obstante que todos sabían con exactitud el alcance del problema. Había un cálculo bastante preciso del número de personas que quedaría atrapado en la ciudad. Durante el huracán Iván, en septiembre de 2004, se evacuó la ciudad: sólo la población más pobre quedó atrás. El Times-Picayune, principal periódico de la ciudad, publicó un artículo muy amargo acerca de la ira inconmensurable imperante en los barrios que fueron abandonados a su suerte. Más aún, hubo mucha resistencia a abrir las puertas del Superdome porque, según algunas fuentes, el alcalde temía los daños que la gente pudiera causar en el estadio. Por tanto, es posible decir que la gente fue criminalizada de antemano. Y no hay manera de ignorar el abandono perverso y cínico de las protecciones para la población que vivía en las zonas bajas, responsabilidad que recae lo mismo sobre Bush que sobre el alcalde Ray Nagin.

Lo anterior lleva al cuarto punto: ¿Por qué hubo tanta negligencia –al parecer racista– hacia los habitantes de una ciudad que, desde mediados de los setentas, ha estado gobernada por herederos del movimiento de derechos civiles?Parte de la respuesta es la manera en que funciona el poder en Nueva Orleáns. Hay una clase política negra servil que gobierna en alianza con las empresas blancas más despiadadas del Sur y quizá del país. Desde el colapso económico causado por el petróleo durante los ochentas, su estrategia se basó en echar a los pobres de Nueva Orleáns, especialmente a los negros.Ha dominado una suerte de política despótica sometida a jerarquías que se ilustra cabalmente en la demolición de dos de las principales unidades habitacionales públicas en la ciudad –el famoso conjunto Desire y el de St. Thomas en el Warehouse District (barrio de antiguas bodegas)– para abrir espacio a un Wal-Mart y al proceso de aburguesamiento de la zona, con la consecuente alza de los precios del terreno. Se reubicó sólo a una parte de la población –una minoría— y los demás residentes fueron arrojados, literalmente, a las calles, con la esperanza de que, a la postre, abandonaran la ciudad. Hoy, la clase trabajadora negra de la ciudad –su alma misma y la autora de la cultura que hizo famosa a la urbe– es tenida como el principal obstáculo para la recuperación económica de Nueva Orleáns.Parte de esta población es necesaria para dar servicio a casinos y hoteles, sin embargo, el plan principal es disminuir la población negra y ahuyentar a los pobres de la ciudad.Lo anterior es condición absoluta, no sólo para el aburguesamiento del lugar, sino para alcanzar el ideal que comparten la elite política negra y la clase empresarial blanca de Audubon Place (calle cerrada y exclusiva): convertir Nueva Orleáns en un parque de diversiones con su historia como tema pero sin los creadores verdaderos de esa historia y esa cultura.Es difícil creer que actitudes tan despiadadas hacia los pobres permanecieran al margen de la planeación del desastre de Nueva Orleáns. Sin mencionar que estas actitudes abonan el terreno para declaraciones como las del congresista republicano de Baton Rouge que dijo que por fin se habían limpiado las unidades habitacionales: "nosotros no pudimos lograrlo, pero Dios sí", puntualizó.Hoy, abundan los argumentos extravagantes acerca de cómo la ciudad puede beneficiarse con la tragedia; de cómo Nueva Orleáns puede, incluso, convertirse en una ciudad republicana, debido a la bendición de que el Barrio Francés, el Centro de Convenciones, y las zonas residenciales del Garden District y las que ciñen a Audubon Park se encuentran en sitios más elevados, secos y, por ende, seguros.Así la inundación se convierte en parte y arte del engranaje de la limpieza étnica, objetivo que las políticas de la ciudad han buscado durante los últimos veinte o veinticinco años.Ahora las elites hablan de abandonar secciones enteras de la ciudad, las cuales quizá reciban un lustre ecológico.La destrucción de viviendas es enorme. Las zonas pobres de Nueva Orleáns –donde la mayoría es arrendataria y los terratenientes arrendadores han dejado las viviendas en el más absoluto abandono durante generaciones– estuvieron infestadas de termitas tropicales durante los últimos años, causando profundos daños. Hoy, todas estas viviendas se desplomaron o son irreparables. Se perderán miles, lo cual será aceptado por las elites locales como un hecho irreversible que mantendrá a la gente fuera de la ciudad.Hay quien da la impresión de que existe una política más amplia de dispersión de evacuados. Sea o no deliberada, sirve todavía más al propósito fundamental de desalentar el retorno de la gente a la ciudad.En la historia estadounidense los desastres casi siempre han sido escenario de luchas de clase y raza. En esta ocasión es una lucha de clases a gran escala. Mientras tanto, creo que esta es una gran oportunidad, pues los barrios de Nueva Orleáns tienen una profunda tradición de resistencia y liderazgo comunitario. No es factible que las personas acepten su evacuación forzada de la ciudad. Pelearán por regresar a su hogar, lo cual les ofrecerá la oportunidad de construir unidades muy amplias en torno al derecho de retorno a viviendas y empleos dignos, y sobre todo, les permitirá incidir sobre las maneras en el que el gobierno y las elites locales han manejado el asunto.Cabe preguntarse si la política aplicada en Nueva Orleáns es una versión concentrada de la impuesta en muchas ciudades estadounidenses, en lo que atañe a su aburguesamiento y desarrollo.Ya durante la gestión de Henry Cisneros, quien fuera Secretario de Vivienda y Desarrollo Urbano durante la presidencia de Bill Clinton, se observó esta política de vivienda; a saber, la demolición de grandes unidades habitacionales y la reubicación de la parte de la población que se ajustaba al perfil del ciudadano ordenado y obediente de las leyes. El resultado fue la reducción de unidades habitacionales públicas y el reordenamiento de proyectos, a medida que se libraban de las llamadas familias problemáticas, las cuales fueron, en esencia, echadas a la calle. Esto ocurrió en todo el país.Pero esta política fue mucho más despiadada. Su intención es transparente; por ejemplo, la demolición de St. Thomas, fue eliminar el principal obstáculo para crear una sección completamente aburguesada a lo largo del río, entre el Garden District y el Barrio Francés; de ahí que St. Thomas se remplazara con un Wal-Mart y los terrenos restantes fueran a parar a manos de constructoras particulares. La historia política de Nueva Orleáns durante los últimos treinta años ha sido y es muy intrincada, pero lo principal es que la elite política negra –o más bien, las elites, porque hay elementos en competencia– han trabajado de la mano de los blancos que forman la estructura de poder en la ciudad. El pago está tomando la forma tanto de soborno como de patrocinio, aunado a mayores oportunidades comerciales para fortalecer una clase media negra que, hasta cierto punto, le ha dado la espalda a la ciudad. El alcalde actual es el ejemplo más aburguesado de lo anterior. En gran medida, fue elegido gracias al voto de los indecisos entre los sectores blancos y la elite. El alcalde es un demócrata que apoyó la reelección del presidente Bush.

El ayuntamiento no logró comprender la crisis del Katrina, como tampoco la comprendieron la Agencia Federal de Manejo de Emergencias (FEMA, por sus siglas en inglés) o el Departamento de Seguridad Nacional. Cayó todo el sistema de comunicaciones de la ciudad, por falta de 15 galones de diesel para los generadores. En todos los niveles se mostró un enorme vacío de eficiencia. Ahora sabemos que todo el Departamento de Seguridad Nacional ha gastado miles de millones de dólares, con una enorme miopía, y con el resultado neto de reducir de manera tajante la capacidad de organizaciones como FEMA para responder a los desastres.En este contexto, ¿cómo colocar a la cabeza una política en defensa de la clase trabajadora?Para empezar, debemos ser muy cautos. En Louisiana, los demócratas tienden a ser muy conservadores, mientras que la mayoría de los republicanos son demócratas conversos.No obstante la ira inicial de la gobernadora y del alcalde hacia el gobierno de Bush, temo que seremos testigos de una convergencia en el plan de reconstrucción. Colin Powell, o alguien así, será nombrado zar de la reconstrucción, y esto le vendrá de perlas al Partido Demócrata que gobierna Nueva Orleáns de la mano de los blancos ricos y los republicanos.Temo que, al menos en el nivel local, la reconstrucción tan solo acelerará la limpieza étnica de la ciudad.Es evidente que esto deja un poder o margen de acción en cuanto a la demanda popular de reconstrucción de la ciudad. El aspecto fundamental tendrá que ser, desde el principio, el asegurar el derecho de todos a insistir en hacer valer su derecho a regresar a hogares y empleos dignos. Louisiana y Nueva Orleáns tienen una historia muy radical en el movimiento por los derechos civiles, que abarca desde los Deacons of Defense (milicia afroamericana) en Bogalusa, hasta las Panteras Negras en la unidad habitacional Desire durante los setenta. Estos vecindarios que la prensa describiera como selvas sin ley, tenían complejas organizaciones sociales, incluyendo a los krewes (sociedades secretas de los desfiles) de Mardi Gras.Hasta cierto punto, estos barrios estuvieron entre los más unidos del país. Por ende, creo que son enormes los recursos de autogestión con los que cuenta la clase trabajadora negra de Nueva Orleáns, y es posible que sean la base para que los sindicatos, los progresistas y la izquierda apoyen ampliamente los programas alternativos.El peligro, lógicamente, radica en que la reconstrucción funcionará sobre las mismas bases que las políticas de vivienda pública. A cierto segmento de la población se le ofrecerán estímulos. Se permitirá el regreso de algunas personas y quizá recibirán compensaciones con hogares dignos, con el propósito de evitar que gran número de personas regrese.Creo que para enfrentar lo anterior se requiere una estrategia que se adhiera enfáticamente al principio del derecho a regresar.Sin embargo, a la larga, quizá sea una victoria pírrica para las elites. La amenaza sobre Nueva Orleáns es que corra la misma suerte de Galveston, ciudad que nunca se recuperó por completo y que se convirtió en una suerte de parque de diversiones.Ya se han publicado artículos en periódicos acerca de cómo Houston se regocija ante la perspectiva de captar los restos de la industria petrolera de Nueva Orleáns, ciudad siempre maldita por el hecho de que, a diferencia del puerto de Houston, sólo es un puerto de paso para productos que no procesa ni manufactura. Es decir, no hay valor añadido. Ese ha sido uno de los factores que ha contribuido para el catastrófico índice de desempleo de Nueva Orleáns.Muchos esfuerzos se desplegarán para dividir a la gente pero, por otro lado, creo que Nueva Orleáns tiene un gran capital –si es que el término puede aplicarse en este momento–: sus tradiciones de liderazgo comunitario y los profundos vínculos de su gente con las calles y los vecindarios.No obstante, como ya se dijo, todo indica a que el proceso de reconstrucción intentará eliminar esas identidades, al por mayor, no sólo al negarse a reconstruir unidades habitaciones, sino al rehusarse a reconstruir vecindarios completos en la ciudad.¿Puede la crisis detonar una debate acerca de todo el marco político en los Estados Unidos?Sin duda. La gran pregunta para los afroamericanos es, ¿tenemos aliados confiables?Parte de la devastación social de Nueva Orleáns se debió a la reacción racista en los años setenta y ochenta, y a la fuga de la población blanca, incluso la trabajadora, a la Parroquia de Jefferson y a otros suburbios. En uno de ellos, Metaire, David Duke fue elegido para la legislatura estatal en 1989, no obstante ser nazi declarado.

Uno de los aspectos surgidos a raíz de la crisis fue que las zonas de las clases trabajadoras blancas también fueron gravemente golpeadas. Esto lleva a varias preguntas interesantes respecto a que se recupere algo de la unidad de clase que ha existido de manera esporádica en la historia de Louisiana y Nueva Orleáns.La pregunta que los negros deben plantearse es, ¿quiénes son nuestros aliados en este momento? Porque, hasta cierto punto, Nueva Orleáns, al igual que Detroit, está rodeado de ira y reacción blanca. En algunos aspectos, Nueva Orleáns es la versión sureña de Detroit; mucho más que ciudades como Atlanta.Pero esto da nueva vida a cuestiones fundamentales que la izquierda ha debatido durante un siglo acerca de las posibilidades de liberación de los afroamericanos en un país capitalista, donde el racismo se ha convertido en el cimiento de la hegemonía republicana en el sur, tal y como lo fuera del Partido Demócrata en el pasado. Diversos estudios muestran que, en el sur de Louisiana, David Duke fue el organizador electoral más eficaz del Partido Republicano, durante varios años.¿Cuáles serán los efectos del Katrina sobre la política nacional?Es evidente que las propuestas de los republicanos, como abolir el impuesto estatal y reducir gastos están en riesgo de ser pospuestas. Pero lo que es necesario entender es que la política de derecha es moneda compartida en gran medida por ambos partidos, sobre todo en lo que atañe a los afroamericanos y latinos pobres y a los sectores más pobres de la población de las ciudades del interior y de las zonas rurales.Ambos partidos muestran más afinidades que diferencias, y los demócratas comparten parte importante de la responsabilidad por la condición en que está Nueva Orleáns.El peligro siempre radica en que se dé una restauración cosmética a los derechos civiles y se retomen temas del New Deal, pero despojados de toda sustancia. Por eso las exigencias que surjan deben mantenerse lejos de cualquier ambigüedad: no sólo hay que exigir viviendas, sino también que la gente que creó esta ciudad regrese a hogares y empleos dignos.Aunque hay luchas subsidiarias sobre temas como la Ley Davis Bacon (ley que exige que los contratistas del gobierno paguen los salarios prevalecientes, anulada por Bush a raíz del desastre), el hecho es que el gobierno de Bush parece estar convirtiendo la costa del Golfo en un nuevo Irak, con Bechtel y Halliburton, e incluso Blackwater Security. Los saqueadores corporativos ya han entrado en escena y en gran número.Hay todo tipo de causas que la gente tiene que pelear, pero se necesita un programa común construido sobre principios que, en esencia, sean innegociables. La reconstrucción no puede servir para dividir aún más a la gente de Nueva Orleáns y para echar físicamente a la gente de la ciudad. Y eso es lo que de hecho está sucediendo. Los republicanos quieren utilizar la reconstrucción como un experimento masivo de ingeniería social conservadora. Quizá los demócratas se opongan a algunas partes del proyecto, pero sin duda aceptarán un perfil de la ciudad más reducido, más eficiente y con menos negros pobres.Este panorama muestra, en trágico relieve, las políticas que han imperado en las ciudades del interior en los Estados Unidos, durante el último cuarto de siglo, bien sea bajo gobiernos republicanos o demócratas.